Antes o después tenía que pasar. Y, aunque me ha costado lo mío, por fin el otro día empecé mi (lenta) reincorporación a la vida social en
la terreta. La conclusión va un poco por donde yo me imaginaba. Valencia es un buen sitio para vivir, pero probablemente no sea mi sitio. Los garitos abren hasta más tarde, la gente se salta la ley antitabaco con más morro. El metro no (me) sirve para nada.
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