A mis queridos y escasísimos lectores,
Perdón por esta ausencia tan prolongada que seguro os ha quitado el sueño. He dedicado los últimos días a leer prensa valenciana con un ímpetu desmesurado, aunque dudo que eso vaya a resultar mi pasaporte a la SER.
Aún no había vuelto a Barcelona cuando, en la cafetería del tren, casi se me atragantó el café. Será que nunca había visto el tinte conservador que le atribuyen a La Vanguardia, o quizás no se lo había querido ver. Después de todo, a mí no me interesa tanto la política, y el diario de la familia Godó tiene una fantástica sección de Internacional.
El caso es que el suplemento Vivir traía hoy una perla de las que no se puede dejar pasar.
"La conquista del latero"
Los vendedores ambulantes de cerveza alcanzan la plaza Catalunya con su actividad y concluyen así la ocupación de toda la Rambla.
Ese era el titular. Un artículo sobre los lateros (Vosotros los conocereis como pakibeers o cervezabeers), lo malos que son, y el caos incívico que provocan con su actividad. Hasta ahí, todo bien. Puedo entender que alguien sostenga esa postura. Lo que no puedo entender es que Luis Benvenuty y Raúl Montilla se permitan escribir "Ahora toda la Rambla es suya. Ya han tomado su extremo más céntrico, su nacimiento. Ahora saben que lo mejor es plantarse en la salida de la estación de metro de plaza Catalunya, que desemboca en el que fue conocido como uno de los paseos más bonitos del mundo".
Lo dicen con nostalgia, como si la Rambla ya no fuera uno de los paseos más bonitos del mundo por culpa de los pakistaníes que venden birra. Es obvio, con su canturreo incitador nos distraen de la hermosura de la Rambla. Esos guiris en calcetines, esas terrazas de precios aberrantes y menús tópicos y patéticos en las que nunca se ha sentado un barcelonés, ese H &M, McDonalds, KFC, Pans &Company.
Pobres pakis.
Social Media’s Double Standard
Fa 8 mesos
Está claro que no han sido los vendedores ambulantes de cerveza los que han pervertido la Rambla (sea cierta o no, aquella leyenda urbana que dice que muchas veces esconden los packs de birra en las cloacas para evitar que se los confisque la poli). La Rambla, como muchos otros espacios de esta ciudad, ha sido pervertida por "los de arriba", que la han "vendido" y ha permitido que se masifique, comercialice y sature hasta límites insufribles (y perdón por el posmarxismo de postal).
ResponEliminaJordi, es cierto, lo he visto con mis propios ojos. Aunque más que corretear por túneles subterráneos en plan batman, lo que hacen es dejarlas debajo de las placas metálicas.
ResponEliminaSobre el drama de la city, te recomiendo "Odio Barcelona", igual ya has oído hablar al respecto. Todos mantienen un discurso parecido, pero algunos están muy bien.
jaja, lo he leído, sí. De hecho iba a poner el link al final de mi comentario, pero al final no lo he hecho. Me interesó desde el principio, sobretodo porque Agustín Fernández Mallo firmaba una de las colaboraciones. Son piezas sueltas, con diferentes autores, y hay de todo, algunas están mejor que otras. El problema, creo yo, es que rajan mucho (lo que me encanta) pero no proponen nada.
ResponEliminaTotalmente de acuerdo. Lo que afean las Ramblas no son los pakis que con su refrigerio nos hacen más llevaderas las largas caminatas nocturnas en busca de algún garito abierto. Lo de las prostitutas ya es otro tema. Y ciertamente, yo no tengo nada en contra de los rubios quemados que pisan las ramblas con sus sandalias con calcetines pero estéticos precisamente no son.
ResponEliminaPakibeers i també Pakihachís. Si, els pakis ens fan la vida més fàcil, com balay. Però heu de tenir en compte, sense intenció de ser repelent, que molts d'ells venen droga, tova i dura. I sabeu que, a la llarga, és mal assumpte.
ResponEliminacharli